martes, 27 de mayo de 2014

Rarezas


El contraluz de las manos era una figura en blancos y sombras, que de un lado a otro manejaba, domaban la piedra capilar que tallaban y removían mientras a su paso, su suave aroma envolvía todo una y otra vez, aunque el viento se lo llevara luego, mientras  los sonidos de la destreza; unos filos que chocan y cortan y rasgan y sólo peinan y la máquina con su continuidad mecánica deslizándose sobre mi cráneo y de nuevo los dedos serpenteándome por la cabeza. El tacto, el acto, la sola presencia, la pasión,  eso era lo que esperaba con ansia, la pasión. 

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