A veces tus palabras me ladran en la cabeza, ¿que hago con eso?
ya no se como manejarme, me duelen las manos y los ojos.
Estoy bebiendo sola y acordándome de cosas que no existen, que son meros recuerdos, chaquetas mentales (no tengo dildo), pero lo intento, busco un refugio, saberme cerca, tener un foward a otro lado, a uno donde no haya estado, a tu piel, al olor de la sopa recién hecha, a tu casa que no conozco, a tus amigos que sólo saludo.
Y los ladridos están presentes como martillos redundantes en las aceras nocturnas, con esos olores a mierda citadina y rata muerta.
No me acabo el ron, mi gato responde por mi en las redes sociales, estoy dormida intentando contarte algo, los ladridos cesan, el ordenador apunto de colapsar hace saltar al gato; ha pasado otra noche más, una de finales de mayo -por fin- fue el mayo más largo de mi vida.
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