quiero despertar cargada de deseos, fuerzas inconexas que se van llenando de humores clandestinos, inhumanos, cada pieza en su lugar, no logro encontrar ese punto clave que me identifique, quiero oler el sopor del inconsciente, la carne cercenada, la cabeza del puerco, hoy escuchando la clandestinidad de una mujer, de una mujer que no existe y somos todas y ninguna, ella ha dicho y yo le he escuchado entre las lágrimas de un orgasmo larguísimo, lágrimas que me recuerdan a la tristeza pero no son tristes, un cúmulo de pasiones, verle ahí junto a él, haciendo el recuento incalculable de su crimen, acorralados por espíritus paganos y hordas de soldados muertos, les he visto ahí amarse como nadie lo ha hecho nunca hacerse uno en la contemplación de su erotismo carroñero, (la sangre es siempre un buen estimulante), el pecho se ha inflado como un pájaro que grazna un horrendo sonido hipnotizante, zigzagueante, su cintura envuelta en el tosco rose de unas manos asesinas, los he visto carajo morderse los labios como bestias inflamadas y rasgarse la piel del alma con los dientes, les he visto mientras las cortinas en mis ojos se disolvían como mares fugaces de angustia y placer incalculables, les he visto y me he visto a mi mirarlos, mis dedos aún mojados, son la prueba involuntaria de los hechos.
CACERÍA NOCTURNA
SOL
DESPUÉS DE UN ENCUENTRO FUGAZ CON UN FANTASMA
La cacería comenzaba a las seis y media, justo con el crepúsculo, cuando las densas nubes de la ciudad de acero se filtraban entre los altísimos rascacielos, recorriendo los laberínticos pasajes, entre callejuelas de ornato y grandes avenidas asfaltadas, negros y grises nubarrones, espesas neblinas como fantasmas.
El cuerno sonaba a lo lejos desde la torre Este, ya se veía correr a las madres cubriéndose la cara tomando al vuelo a los niños que nada entendían. Mis ojos se reflejaban en el vitral inmenso de mi ventana , el horizonte plagado ya de hastío se dejaba venir como un gigante prometiendo devorarlo todo.
El traje parece justo en un principio, luego las válvulas le toman forma al cuerpo que lo porta; negro vinil de contrastantes tornasoles hasta el cuello, botas hasta las rodillas, la cartuchera que se cruza sobre el pecho, cinco asesinas coronando los costados entre cintura, piernas y brazos, una daga de adamantium en el tobillo. He recogido mi pelo, mis ojos son más grandes y mi cuerpo más fuerte, sólo mi corazón late como la primera vez; esta vez la muerte, como la imagen del tarot, se ha clavado entre mis sienes como un destino irrefutable.
De nuevo empieza todo cada noche, son cientos de ellos, vienen desde las montañas tras el ocaso con sus fauces rabiosas y sus ojos azufrosos; brillantes destellos mortecinos.
El radar apunta; la calle principal está plagada de una espesa neblina, quince o veinte lupinos se han congregado ahí prometiendo la muerte; el horror de sus garras metálicas. El radar no es exacto, el clima está a su favor, neblina, escudo ineludible.
Me dirijo a ciegas por los callejones oscuros, escucho sus gemidos resonando en las paredes, ecos malditos.
La persecución empieza, no son quince ni veinte, el radar falló existen mas de cien sólo en la principal, los he visto a todos como una ola grisácea moverse lento entre los esqueletos de latón como tumbas expectantes. Somos sólo doce, doce contra cientos de ellos.
El guerrero de los ojos púrpuras es el primero, observo su cuerpo a través del traje, recuerdo haberlo encontrado herido hace dos noches, recuerdo sus ojos antes que nada, me he mordido los labios, no puedo sentir pena por él, más bien me excita el estado de putrefacción de la mordida envenenada.
Un solo disparo y el animal ha explotado en mil pedazos, en su rostro una sonrisa; escucho un grito, no quiero volverme siento su peso caer sobre mi espalda, he disparado sin saber, sólo sus garras han penetrado en mi abdomen. El cuerpo yace hecho pedazos sobre mi cuerpo, vomito un poco de sangre, el veneno de sus garras recorre mis venas .
Hemos corrido mas de tres horas, nos pisan los talones, mi abdomen sangra, el guerrero violeta me sostiene con su único brazo , puedo olerlo.
Un túnel, las escaleras han sido lo mas doloroso, he visto las pintas en las paredes del subterráneo un paso más hacia la vías electrificadas; un paso mas y ahí está un túnel.
El guerrero se ha detenido mirándome a los ojos yo le he visto llorar, su boca esta sobre la mía no cerramos los ojos, somos cíclopes aterrorizados. Se ha dado vuelta, yo le miro regresar desde el túnel, allí le esperan un ciento de perros rabiosos de dos metros de altura con sus fauces abierta, le miro pelear; cinco, diez, veinte; son demasiados, están hambrientos, siguen llegando, le han rodeado.
Unos ojos de fuego se han postrado sobre las sombras que me cubren, he retrocedido sin querer, me ha visto, sus colmillos brillan con la luz muerta de la estación, miro al guerrero que articula algo, me avisa del cazador lupino; no puedo moverme, el animal avanza como un relámpago hasta mi escondite, sus fauces apestan a muerte; miro sus ojos ,un algo familiar me llega a la mente no puedo correr le tengo muy cerca, no alcanzo mi arma, los brazos me cuelgan como harapos; he aceptado mi derrota.
De entre las sombras un golpe en mi cabeza, oscuridad, paz, dolor.
He despertado rodeada por una luz amarillenta, el olor del incienso se mete entre mis fosas, un dolor me llena la cabeza, mi abdomen entumecido por el veneno, sudor frío que me recorre,. Puedo incorporarme toco el costado de mi pierna en busca de un arma; ¡estoy desnuda, no tengo armas, ni escudo!; la habitación oriental está plagada por el humo del opio y una música lejana llena los espacios de silencio.
Una silueta está dibujándose en las sombras; los ojos van acostumbrándose a la penumbra; es un hombre que mira. He caminado tambaleante hasta su lecho cara delgada, ojos profundos extremadamente negros parecería que el iris le ha reventado totalizando su mirada, sus cabellos oscurísimos caen sobre su frente blanca; le miro sonreír apenas, sus labios de un rojo intenso, una cadena le crece de la nariz hasta coronarle la punta más alta de su oreja, otros ornamentos en su rostro , excoriaciones que le dibujan historias en la piel, la cadena de plata brilla única en las sombras. En su labio una órbita metálica de un negro intenso. No siento miedo, la bata se ha deslizado sobre mi espalda sus manos se acercan, no lo evito huelo su perfume, le dejo tocarme.
Unas uñas larguísimas rasgan suavemente mi piel, me he dejado caer entre sus piernas. Sus manos heladas, el lugar ardiente de vapores oníricos, un calor inmenso se me ha metido entre las piernas, cierro los ojos y le sigo viendo; mis oídos dejan de escuchar; de su boca sale un gesto, algo en su lengua maldita; mies espíritu abandona su cuerpo; el calor del opio se me mete por los ojos; su frágil cuerpo es ahora el de una bestia sus manos enormes, garras que devoran mi piel, su boca , fauces malditas; siento su calor y no le temo.
Grandiosa muerte, doloroso placer, enfrentamiento parcial a mis ojos como fuego verde, no lucho más, deseo se extienda su casta maldita y su lengua se hable eternamente, si cada víctima ha de experimentar el placer tibio de sus fauces carniceras.
1 comentario:
te amo mas
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