martes, 22 de marzo de 2011

Cartas desde tu desaparición: día uno

Había estado pensando en escribirte, quizá por una nostalgia extraña o porque de pronto siento que te conozco de más tiempo, aunque se de sobra que no es mutuo y que los acantilados metales son enormes precipicios llenos de un lodo dolorosamente oscuro.
Tal ves también tiene que ver que, así como en la infancia los fantasmas de la soledad obtienen nombres y rostros de amigos que no tendremos nunca, así en mi solitaria estancia de excavadora de tumbas he tenido que adoptarte como amigo imaginario.

La cuestión es la misma, la idea es la que, quizá, difiera en terrenos más delicados, pero desde esta primer carta te excomulgo y te quito la carga de corresponderme, a estas alturas ya no importa por que he construido con tu nombre un alguien definido, nada concreto un fantasma que me regala un minuto de paz, el sol en el horizonte transformando la carretera, alguien para viajar, alguien para escribirle o contarle o solo mirarle como se mira a lo lejos el mar antes de un tsunami del que no se puede dar vuelta o correr lejos.

Había pensado también enviarte esta carta, un libro, quizá una sonrisa colgada de un gancho de carnicería: a la venta para ti,
para el ti que está en mi mente, ese que se mece con el va y ven de los recuerdos rotos o mimetizados por el sentimiento, ese que no es recíproco, ese que te recuerda a la primaria.

buena suerte en este viaje, la velas están puestas
ya da igual, mi corazón está acostumbrado a los añicos, siempre he sabido reconstruirlo. Quizá sólo soy adicta a armar rompe cabezas imposibles en la mesa de mi cocina.

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