jueves, 17 de marzo de 2011

Nocturno

Hubo una vez un gato,
con esa solitaria manera de ser gato
como la sombra de una sombra,
algo que rastrea entre la oscuridad de la noche.
en los terrenos siniestros de la locura y la embriaguez,
escapando de ves en cuando con el coqueteo usual,
la belleza efímera;
esa calidez que da la indiferencia fragante de la elegancia;
esa que no se aprende.

Hubo una vez un gato, un hombre o ambos,
uno de esos funambulistas con cuerdas de acero sobre el nueva york de los años 20,
un poeta maldito retozando en la almohadilla roída de su apartamento solitario.

Hubo una vez alguien que era sin serlo totalmente
o totalmente siendo nadie
o nadie que totalmente era,
desapareciendo sobre el espejo, atravesándolo.
Hubo una vez un gato sin nombre
un gato mirando por la ventana.

Un amigo para dormir en solitario,
un hermano para conocer el mundo,
unos ojos que seguramente son iguales a los míos.

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