sábado, 26 de noviembre de 2011

Te extraño como se extraña a alguien que ha muerto hace poco, con esa nostalgia que se esconde entre los pliegues del humo, en el viento de las madrugadas, tras las películas de Buñuel o en los plantones postelectorales.

Con esa manera de llorar bajito, entre las sábanas, ahogando un poquito los suspiros, como una paloma herida.

Con el  modo en que teclean mis dedos, parándose a ratos cómo intentando dibujar algo difuso, algo que casi está enterrado en la memoria; con ese dolor de pecho, con las ganas de abrazarte, con la impotencia de una ausencia prolongada y persistente.

De esas ausencias que no se dejan olvidar, que se confunden con tristezas pasajeras los días lluviosos o las tardes aburridísimas de los domingos sin días festivos; cómo cuando los ojos se llenan de agua y los músculos de la cara se van haciendo viejos a ratos, les da epilepsia a ratos, muerte a ratos.

Cómo cuando sabes que debes aguantarte, que ya no puedes mirar atrás por que atrás ya no hay nada, que la fotografía es un pedazo de papel con plata y las lágrimas un montón de orgasmos que no van a suceder, un montón de muertes sin compartir, palomitas sin terminarse los días de cine en casa o las noches de insomnio.

Que este texto carta jamás te llegará por que ya no existes, que te sigo hablando aunque no escuches, que no vamos a volvernos a encontrar en los pasillos del colegio, en la puerta del baño, regresando a casa, recorriendo con la mirada el cuarto, mirarnos, de lejos, hacer algo cotidiano, no mirarnos y reconocernos. 

Que la maleta de verano se ha dejado de empacar, que las carreteras han dejado de esperarnos, sonrientes y cálidas, que no hay mas mis ojos dentro de los tuyos o tu mano en la almohada o saberte ahí con los ojos cerrados mientras nos escuchamos vivos sin necesidad de recordárnoslo.

Que no hay más un todo o nada o parcialmente algo, que simplemente no estás, aunque te busque como se busca a los fantasmas  mientras el cuerpo se va acostumbrando a las ausencias.

Lo cierto es que te extraño como se extraña a quien ha muerto pronto, con esa manera eterna de extrañar, con las mañas del llanto sin querer, porque sí, sin por qué, con el temblor en la garganta cuando se te menciona sin decir tu nombre, en los aromas, con la música, al contacto.

Lo extraño es que no estás muerto, y yo, 
yo estoy harta de seguirte recordando.

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