sábado, 21 de enero de 2012

la vieja de los gatos


Hago algo como fumar y sentarme frente al ordenador a mirar la inmensa nada que nos rodea, día a día, con su transcurrir como masas monumentales.

Escucho algo que me conmueve, recuerdo que aún no puedo dormir, que me paso un rato tratando pero me equivoco de sueño o de ventana.

Tiendo a ser como la loca de los gatos, con ese susto a la humanidad amontonada en una feria por la que tengo que pasar casi inevitablemente para llegar a mi hogar, pero mi casa sí que me gusta, es un lugar bonito a mi parecer, tiene ese algo que me gusta de las casas, una extraña sensación de soledad que me pone tranquila; los gatos dan vueltas por ahí, los dejo en paz y ellos me quieren, nada complicado, nos miramos a veces de reojo, danzamos cada uno en nuestra burbuja; entre las paredes, y cuando el agua esta caliente y me los encuentro en la cocina; o cerca del baño. Tenemos una relación de contácto, yo les doy algo de cariño, sólo el suficiente para estar agusto y ellos a cambio se recuestan tranquilos entre las sábanas en las mañanas y me regalan unos cuantos ronroneos, nada demasiado amistoso ni demasiado frío solo lo suficiente para sentirnos cómodos, luego yo parto y se quedan ahí recibiendo el sol sobre la cama.

En mi casa entra el sol lo normal, no es ni muy luminosa ni muy oscura, es un punto medio, como cuando tienes sueño o te empieza a dar frio por la noche, esa sensación de gustosa espera de algo; es un buen refugio para desaparecer, un lugar tranquilo con lo absolutamente necesario, nada extravagante, muy parecido a mi, creo. Me gusta mi casa y yo creo que a las viejitas locas les gusta su casa también, creo que es por eso que uno prefiere retirase y disfrutar un rayo de sol sobre la duela, una siesta con la brisa de la tarde o que nos acaricien solo lo suficiente.

No hay comentarios: