Algo como una bofetada me ha roto la mandíbula, los dientes inferiores cuelgan sobre mi pecho. No hay perdón.
Un balde de agua para limpiar mis pecados. Algo que enjuague la mierda, despojo de mi misma yaciendo en el fondo de un escusado.
Así me gusta, que se pudra todo, que lo que siento se lo traguen los gusanos.
A lo lejos el ocaso y tu espalda.
Me gustabas más cuando no nos respetábamos, cuando estábamos lejanos a la normalidad de una monogamia aprendida;
por sobre las ataduras de los lazos correctos. Cuando no esperábamos, cuando ignorábamos nuestras putas debilidades, dame un minuto para escupirte la bola de pelos en la cara y llorar el hecho de mi propio sino, déjame vomitarte encima mis pretensiones.
Me doy vuelta y dejo que la sangre se me vuelva hielo, que los cuervos me saquen los ojos.
Te dejo partir de mi universo paralelo, te devuelvo el olor inventado, las noches de sexo y licor barato, me trasquilo y dejo que las flores sigan creciendo en las ruinas de enfrente.
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