martes, 6 de marzo de 2012

20 min

Me siento como atorada en una madeja de sinopciones, sigo repitiéndome, la aguja solo salta de canal en canal a 78 revoluciones.

 No quiero pensarte, aunque parezca que hay un nombre que antecede todo esto son en realidad millones de ellos cada vez.
Cada paso hacia adelante me regresa veinte metros hasta el agujero de donde prometí no salir nunca.

  El haz de luz es demasiado tentador  se me olvida que la caída duele, que levantarse tarda, que el hueco en el pecho no se cierra nunca; reptar,  sugerir mi libertad como acompañamiento,  ganas de seguir queriendo,  ganas de esperar.

Te invito un café en alguna parada de autobús, uno virtual; te doy la opción de retractarte, de borrar 20 minutos de tu vida, de dibujarlos en bosquejos de sueños húmedos, de ganas que no pasan, de dolores abdominales que se amortiguan con el olor de un estofado cotidiano, de una charla entre amigos de un coche aparcado en un paso peatonal.

Te doy el beneficio de la bondad; yo no guardé, aunque pude, ningún rastro. Por el contrario tu los tienes de mi todos, bórralos y quedemos en paz
- fue un buen sueño- pensaremos mas tarde.

 Comentaremos la anécdota o  la guardaremos para aderezar las lágrimas de la rutina, de las horas en soledad mirando por una ventana mientras pensamos que habría sido de nosotros si jamás nos hubiésemos dejado aparte.

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